Se conoce como Las Ermitas el conjunto de 13 ermitas que albergaban cobijo para los eremitas que se retiraban a ellas en los aledaños de Córdoba en el paraje conocido como Cerro de la Cárcel en el Desierto de Nuestra Señora de Belén para meditar y llevar una vida de austeridad
Una portadita neoclásica de rojo ladrillo invita a entrar en la recoleta iglesia. “Silencio”, insiste un rótulo. El tiempo parece detenido en el interior del templo, que traslada a otra época. Hasta el punto de imaginar el visitante que de un momento a otro los ermitaños van a tomar asiento en los bancos de madera adosados a los muros de la nave. Pura ilusión.
Ya no hay más ermitaños que los de los retratos antiguos que pueblan el sotocoro, como el venerable Francisco de Santa Ana,
Desde el retablo neobarroco, que reemplaza al destruido por un incendio en 1836, una imagen sedente de la Virgen de Belén preside las celebraciones. Tras la cabecera del templo pervive la antigua sala capitular, presidida desde su camarín por la Virgen de las Victorias.
La antesala de la iglesia es una explanada sombreada por palmeras a la que se abre la ermita de la Magdalena
Los venerables ermitaños, de luenga barba y pardo sayal, desaparecieron de este paisaje en 1958, cuando entró en crisis su modelo religioso y tomaron el relevo los Carmelitas descalzos. Pero su recuerdo flota en el ambiente, alentado por los textos escatológicos y la paz de cementerio que inspiran los cipreses apuntando al cielo. Si hay un lugar mágico y ascético en los alrededores de Córdoba es el Paseo de los Cipreses, empedrado camino que asciende en suave pendiente entre el sobrecogedor abrazo de las copas afiladas que arañan el cielo.
El árbol desilachado, lo llamó Raul...
De nuevo en el exterior, el viajero baja ahora hasta la explanada conocida como Balcón del Mundo, espléndido mirador a cuyos pies se extiende Córdoba y el alomado paisaje campiñés. Desde un altísimo pedestal bendice la ciudad una colosal estatua del Corazón de Jesús
En los días que no hay niebla, desde este mirador, podemos ver las montañas
nevadas de Sierra Nevada ( Granada )
Al abandonar la “isla silenciosa”, como llamó a este lugar el poeta Pablo García Baena, puede que el viajero sienta lo que el Marqués de Lozoya dejó escrito en el libro de visitas: “El que pasa en este recinto un breve rato, sale siempre con un poquito de paz en el corazón”.
Esta entrada se la dedico en especial a nuestra amiga Itzamatul
de esta manera se econtrará, más cerca de nosotros.
2 comentarios:
Muchas gracias sariii que no dejas de sorprendermee y asercarmee a tu pais que ahora lo estoy apreciando con muchoo cariño. Besos y abrazos Itza
Gracias a ti, Itza por ser tan reconocedora, por visitar a diario, este nuestro espacio, deseosa de encontrar nuevas cosas.
Gracias a todos nuestros amig@s, que colaboran de manera tan distinta y a la vez, cada uno tan especial.
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